Crónica
Por Rubén Fiorentino
Confieso que me resulto
difícil encontrar un calificativo que describiera con elocuencia lo que fue la
noche de anoche en el Colegio de Abogados de San Isidro. Después de desechar
unos cuantos y meditarlo largamente decidí que el mejor que le cuadraba era
“inolvidable”. Así lo entendí después de los testimonios que me brindaban la
inmensa mayoría de los asistentes, al despedirme y agradecerme, como cabeza
visible del Centro Cultural, por los momentos vividos e incluso en la mañana de
la jornada siguiente cuando la radio se hacía eco de muchos de esos comentarios
en boca de quienes habían respondido a la convocatoria de nuestra entidad.
La
sala lucía por demás coqueta, a su característico aire colonial que la hace por
demás atractiva le sumaba su pequeño escenario tapizado en alfombra roja, de cara al mismo hileras de sillas dispuestas
con un pequeño pasillo central y otros laterales sobre izquierda y derecha que
se irían poblando paulatinamente por un numeroso público que concurrió a la
cita, decenas de cuadros adornando las paredes, un equipo de audio dispuesto
para brindar un óptimo servicio y la natural acústica que tiene el lugar
completaban el cuadro. Solo faltaba, y como no puedo con el genio lo expreso en
términos futbolísticos “que comenzara a rodar la pelota”. En el momento
preciso, instantes después de la hora veinte, los compases del tango De
Academia, emblema del Centro Cultural del Tango Zona Norte se hacían dueños del
lugar preanunciando el comienzo del espectáculo “Por siempre ellas”, merecido
tributo que quisimos dedicar a la mujer, días después de haberse celebrado el
Día Internacional que el calendario les adjudica.
Después de la bienvenida de
Jorge Gatti me tocó hacer uso de la palabra en una breve introducción que
sirvió para evocar la tipificación que los poetas del tango o afines a él
habían realizado de las diferentes damas que conforman o conformaron a través
del tiempo nuestro espectro social. Entonces plumas de la talla de Evaristo
Carriego, Carlos Pesce, Jacinto Font, Julio Camilloni, Cátulo y José González
Castillo, Homero Manzi, Héctor Pedro Blomberg, Eugenio Majul, Horacio
Sanguinetti, Alfredo Navarrine, Francisco Gorrindo, Enrique Pedro Maroni y Héctor Gagliardi se
adueñaron de mi alocución como autores intelectuales de obreritas, hermanas,
amigas, galleguitas, últimas, maestras, brujas, guitarreras, pulperas, descamisadas, etc. que
aún perduran en el tiempo.
Con este tradicional preámbulo de apertura de las
reuniones tocó el turno cederle el micrófono a una profesional “con todas las
letras” como es Graciela Raffa, “la voz de la 2 x 4” como rezaba el
anuncio, que a lo largo de la noche supo demostrar con creces los pergaminos
ostentados. La vecina de Villa Adelina
comenzó su labor anunciando al coro de la Sociedad Cosmopolita de Socorros
Mutuos de San Isidro dirigidos por el maestro Roberto Curia. Una grata sorpresa
fue recibir a este bien ensamblado grupo que nos deleitó con las
interpretaciones de Sobreviviendo, Silueta porteña y Candombe para José, dando
un aplaudido cierre con El vapenciero.
Restaba el cierre y Tito Ferrari y sus muchachos no se hicieron rogar
para brindarlo. Desde el alma, que incluso sirvió para que improvisadas parejas
se atrevieran a bailarlo, y Mano brava marcaron el final de una noche que como
señalaba en el comienzo resultará inolvidable.
No se habían
acallado aún las manifestaciones de aprobación por semejante y calificada
entrega que las palmas volvieron nuevamente a enrojecerse para saludar las
formidables interpretaciones que el Trío Tito Ferrari hizo de Quejas de
bandoneón y Organito de la tarde.
El clima de beneplácito por las actuaciones iba paulatinamente ganando
la sala que se aprestaba ya a recibir a Patricia Dinelli, exquisita cantante
que hacía su debut absoluto en espectáculos organizados por nuestra
institución. Llegaba de la mano de los impulsores de su inclusión en el
programa, Bety País y Fortunato More que no se equivocaron en lo más mínimo al
recomendarla. La dama hacía su apertura con Más allá del corazón, prosiguió con
Lágrimas de sangre, continúo con No te perdono más dedicado en un tono festivo
a Jorge Gatti y cerró con La canción de Buenos Aires. Después de haber aprobado
con creces la exigente prueba a juzgar por las manifestaciones de los
asistentes recibió la clásica ofrenda floral de manos, justamente, de Gatti que
presumimos habrá sido perdonado.
Por entonces la sala mostraba un lleno absoluto donde sobresalía la
presencia de Teresita Caparrelli representando al gobierno comunal, el Sr.
Bagatol, responsable máximo de la Sociedad Cosmopolita de Socorros Mutuos,
Claudio Durán mentor de “Las perlas del tango”, la viuda de ese extraordinario
cantor que fuera Oscar Ferrari, Pedro Cahue recogiendo testimonio para su
programa “Los tangos y Ud.”, Mario Calónico presidente de la Sociedad Italiana
de Socorros Mutuos y Cultural “Dante Alighieri”, el Dr. Carlos Arena, Guido,
Corina, Avelino y Ricardo, representantes de la Asociación “Hijos y Amigos de
San Isidro”, los infaltables representantes del Círculo de Poetas de Boulogne,
“Tato” Lauría de la Sociedad de Fomento “Andrés Rolón”, los amigos Julián
Blanco y esposa y seguramente muchos más a los que pido disculpas por
no haber podido identificar.
Levantando
la bandera de las cancionistas de Zona Norte llegaba, en ese momento de la
noche, un crédito local, la querida Norma Labat que como de costumbre hizo gala
de su predilección por los temas románticos escogidos cuidada y celosamente por
ella misma. Abrió su actuación con Cantando para proseguir luego con Rebeldía,
continuó con Pequeña dando cierre a su actuación con Sin palabras. Los vítores
y ovaciones no se hicieron esperar premiando la jerarquía interpretativa y el
buen gusto a la hora de escoger repertorio. La consabida ofrenda floral fue
entregada por Ricardo Demelli.
Deslumbrando con su belleza y juventud se hacía ahora dueña del
escenario Antonella Fernández que con una insospechada fuerza interpretativa
nos regalaba Mi ciudad y mi gente, Sin lágrimas, Honrar la vida y Contame una
historia. Al cabo de su actuación Antonella recibía entusiasmada, después de
las manifestaciones del público, las rosas rojas de parte de Héctor Moyano que
en nombre del Centro Cultural se animaba también con unas palabras de
agradecimiento.
En tanto “La rubia del tango” Vanina Mazzara esperaba ansiosa su momento
para mostrarse, tal como sucediera el año anterior en el Colegio de Abogados de
San Isidro. Al observarla, conociendo sus formidables condiciones vocales y reparando
en el atuendo que había preparado para mostrarse ante el público estaba
convencido que iba a impactar y no me equivoqué en lo más mínimo con el
pálpito. La dama haciendo gala de sus dotes interpretativas recibió la merecida
ovación donde no faltaron los pedidos de…¡Otra! Después de haberla escuchado en
Rondando tu esquina, Garganta con arena, dedicado especialmente a Graciela
Raffa, y Baldosa floja. El cierre lo produjo con un por demás aplaudido Y te
parece todavía. Laureano Castaño fue el encargado de entregar el tributo
floral a esta “valiosa perla” del equipo de Claudio Durán.
En el umbral de la despedida el Trío Tito Ferrari se tomó un merecido
descanso para dar lugar a la guitarra de Claudio Parenti, “la orquesta de las
perlas”, al decir de Fernanda Vega que ponderaba al joven músico que habría de
acompañarla en Desencuentro, La luz de un fósforo, La última curda y Duelo
criollo, la página que escogió para culminar su actuación. No fue sorpresa para
quien la conocíamos el nivel de esta joven y exquisita cantante pero para los
que la apreciaron por primera vez fue una más que grata revelación. Mario
Calónico hizo entrega de las flores de rigor que también recibieron nuestras
cotidianas compañeras de labor Elsa Tablado, Margarita Sosa y Graciela Willis,
estas dos últimas haciendo un alto momentáneo en la tarea de tomar fotografías
y videos de lo acontecido, de manos de Ricardo Demelli, Jorge Gatti y un
servidor. Idéntica tarea me cupo para agasajar a Graciela Raffa después de su
formidable trabajo de locución.
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