ROBERTO SELLES - Deceso
Día particularmente triste el de la fecha, 3 de Diciembre de
1015. Cuando la congoja se apodera del alma es difícil trasladar al papel pensamientos
en recuerdo del amigo que se adelantó en la partida. Hacía un par de meses
había hablado con él para convocarlo a que presentara en la Zona Norte del
conurbano el libro Julián Centeya, biografía y poemas inéditos que escribiera
con Matias Mauricio. En aquella oportunidad se excusó lamentando no poder
satisfacer mi pedido porque su estado de salud le impedía salir y ya casi no se
movía de la vieja casa de la calle Artigas, en su Villa Ballester natal. Esa
casa que había visitado en distintas ocasiones cuando le llevaba los trabajos
que habían enviado los participantes de nuestros habituales certámenes
literarios temáticos, para que él los evaluara. También cuando le llevé la
resolución de CD del Centro Cultural del Tango Zona Norte que lo designaba
Socio de Honor de la entidad.
Recuerdo que en otra ocasión mientras compartíamos
un café me hablaba de su más reciente berretín, ponerle música a los versos
para convertirlos en composiciones. También tengo presente cuando me dejó entre
sorprendido y emocionado al pedirme algunos poemas de los que escribo para
musicalizar. Le expliqué que al plasmarlos ni se me había cruzado por la cabeza
la posibilidad que alguien pudiese hacerlo y di muchas vueltas para
entregárselos porque en mi interior lo consideraba una misión imposible. Por
fin formalicé la entrega en la Academia Nacional del Tango, en ocasión de la
presentación del libro sobre “El hombre gris de Buenos Aires”.
Recuerdo su
particular emoción cuando con voz en off recité los versos que él escribiera
para su amiga Nira Etchenique. Fue en la oportunidad de nuestro homenaje. Me
parece tenerlo presente aún escuchando atentamente todo ese prólogo para
confesar públicamente instantes después, sobre el escenario, que en esos
momentos previos “se le ocurrió pensar si no estaba muerto porque habitualmente
esos reconocimientos se hacen a los difuntos”.
Así era Roberto siempre
dispuesto a brindarnos su colaboración como cuando visitó la vieja sede de la
calle Pirán para darnos una cátedra magistral sobre el origen de los tangos. Este año nos encontramos en un par de
ocasiones. Una fortuitamente en la calle, pleno barrio porteño de San Cristóbal,
él iba acompañado de la exquisita cantante Estela Bonet y yo andaba por la zona
para tratarme de delicado problema de
salud. La última fue en la Academia Porteña del Lunfardo cuando recordó con
mucha emoción a Ben Molar. Tuve indicios que la cosa no estaba bien cuando los
amigos mendocinos Ana y Tito Gelfman me requerían información sobre su estado
de salud y yo no tenía noticias de ello. Allí comencé a movilizarme enviando
correos electrónicos a personas que podían darme alguna información.
Jamás me los contestaron pero fortuitamente el sábado 28 compartí una reunión
en la que participó Estela Bonet y ella me dio el dato preciso y me alentó a
que lo visitara. Estuve a punto de ir el mismo domingo 29 pero al ver que en la
zona indicada verbalmente había varios nosocomios preferí recabar el dato
preciso que Estela no se hizo rogar para brindármelo.
El destino quiso que ese último encuentro no se materializara,
llegué casi al instante que Roberto emprendía el viaje final. Me quedé compartiendo
el dolor de ese reducido grupo, la esposa, el hijo, Estela, el esposo, Matías
Mauricio y otro joven muy apesadumbrado del que no pude recabar identidad. Si
hasta parecía que Julián se asociaba a ese instante tan tenso recitándonos
aquello de “que mundo habrá encontrado en su apoliyo, si es que hay otro pa´
los que se piantan, sin duda el cuore suyo se hizo griyo y su mano cordial es
una planta”…
1 comentario:
Muchas gracias Rubén por el recuerdo del querido Roberto, él a pesar de no estar bien de salud, estuvo de alguna manera con nosotros participando del LUNFARDAZO, en el que los poetas de la Academia recitamos poemas suyos. Mañana lo recordaremos también con el amigo Roque Vega en el programa de radio A vos te cuento Buenos Aires.
Durante el mes en el que estuvo internado fui a verlo un par de veces y allí estaba con sus libros, sus papeles y biromes. Tuve la dicha que me musicalizara un soneto y a pesar de la tristeza de la pérdida, sabemos que los poetas nunca se mueren del todo.
Le dejo un abrazo lunfa.
Carlos Casellas.
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