Crónica
por Rubén Fiorentino
Suelo concurrir a esos foros de la
cultura que convocan el grupo literario “Palabras vivas”, los segundos sábados
de cada mes y SADE Zona Norte los últimos.
Es una cita grata con la gente de las letras,
donde desde el tango, con mi presencia y participación trato de ganar un
espacio para esa expresión ciudadana que a través de la pluma de sus letristas
y poetas estableció su bien merecido lugar en la cultura nacional.
En estas jornadas que aglutinan a
cuentistas, narradores y poetas tornamos enriquecernos todos con ese
intercambio producido a través de la lectura y la atención del otro.
Además comienza a forjarse ese lazo
afectivo que nos hace sentir más cercanos los unos a los otros y me es grato como en la
jornada de la víspera reencontrarme con rostros conocidos como los de Martha
Muñoz, el alma mater de estos encuentros, Ángela Prado, Cristina Yagras, Víctor
Lowestein. Karina Andrea Raichuni, Cristina Crestanello, Rouse, Violeta Klimes, Miguel Ángel López,
algunos más que no identifico por sus nombres y otros que comienzan a arrimarse
con ánimo de persistir en este hermoso hermanarse en la palabra.
No obstante no fue esta una reunión más.
Puedo afirmar sin caer en la
exageraciones fue “la reunión”, esa que desde el instante mismo que traspuse la
puerta de entrada del café “De la esquina” me comenzó a acelerar las pulsaciones
de “el de la zurda”.
Esclavo del transporte público no pude
ser puntual como hubiese deseado y suele ser mi costumbre y llegué al lugar
pasada las 16:30 horas. Había ya bastantes amigos a los que me apresuré a
saludar pero dos de ellos fundamentalmente fueron los que motivaron mi mayor
emoción.
Allí sentados, en el extremo más cercano
a la mesa en la que sucesivamente Martha recibe a los lectores, estaban Oscar Vera
y su inseparable esposa. Era la primera salida que realizaban ambos después de
un penoso episodio de salud que Oscar debió padecer hace casi nueve meses.
Fueron muchos los momentos compartidos
con ambos y verlos de nuevo en esa instancia de participar de una reunión como
esta me hacía inmensamente feliz, cosa que les trasmití después de los
emotivos abrazos que motivaron nuestro reencuentro.
Es más, creo que para mi amigo poeta la
cita de “Palabras vivas” fue como una inyección de vida, fue reintegrarse a
esta participación activa que lo apasiona.
Como todos aguardó su turno para
expresarse e hizo públicas después vivencias de esta etapa puntual de su vida
que acepta con valentía, sin perder desde luego la fe en una recuperación plena,
que es la que todos ansiamos.
Para nosotros escucharlo, fue también
una lección de entereza de quien digiere un momento amargo sin quejarse,
soportando los rigores que le impuso temporalmente el destino, valorando el
soporte que significa en su vida su fiel compañera y poniendo siempre la fe en
el Supremo.
Como siempre la reunión tuvo una inmensa
jerarquía y en ella tuvimos posibilidad de expresarnos con libertad cuantos
asistimos regularmente a los encuentros y los que debutaban en estas lides.
No faltó el sorteo de libros ni tampoco el
aporte de publicaciones de los autores para que Martha los haga conocer en
otras latitudes.
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